Dios quiere y puede cambiar las circunstancias desagradables en las que nos encontramos sumergidos en el dolor, pero Dios tiene una manera ordenada de actuar, Él es sabio y sabe cómo hace las cosas y porqué se demora.
Como un ejemplo de que Dios sabe cómo hace sus cosas, podemos volver a analizar la parábola del hijo prodigo, hay mucho para analizar en esta parábola en comparación a una relación sentimental destruida. Pues en cierta forma si la pareja no mantuvo la relación dentro de la voluntad de Dios, en sometimiento y obediencia a las reglas que precisamente Dios pone para favorecernos. Nosotros estábamos caminando en rebeldía de manera independiente y contraria a la voluntad de Dios.
Ese caminar en rebeldía comparándonos con el hijo prodigo, Dios podía haberla evitado, pero sabía que mejor era para nosotros comprobar su infinito amor al darnos cuenta que Dios respeta nuestras decisiones aun Él sabiendo que no eran para nuestro bien. Y esto es algo que debemos aprender:
“La mayor muestra de Amor es el respeto”
Dios permitió que nuestro orgullo y egoísmo cultivaran ese camino que nos llevó lejos de ÉL y terminara en la miseria. Esto nos ayudará a pulir nuestro orgullo demostrándonos que nuestros planes y pensamientos no son mejores que los de Dios. Esto también nos permitió descubrir que nuestra arrogancia, egocentrismo, soberbia y orgullo, no nos llevarán a nada mejor que la humildad y sumisión a Dios.
Esa libertad de alejarnos de él nos permitió comprobar que por mucho que luchemos no vamos a poder encontrar nada mejor que a Él.
“Una vez que usted ya conoció la miseria, de seguro le queda la enseñanza de nunca más volver a querer estar así y que realmente no conviene volver a estar lejos de Dios”.
En esa parábola también había un segundo hijo que se quedó en casa, mientras su hermano pasó un tiempo en la miseria, y tardó en arrepentirse y volver al padre. El hijo que se quedó en casa también debe tener algún tipo de trasformación, cambio, arrepentimiento. Pues podemos evidenciar que no sucedió, porque al volver el hermano, este no supo gozarse en que había que celebrar un “perdido que vuelve”. Y a los que nos quedamos en casa también nos conviene el tiempo para RENOVAR NUESTRA MENTE EN LA OBEDIENCIA A CRISTO. (2 Corintios 10:5)
¿Será que ese hijo prodigo en la miseria ya está apto para volver, pero el hermano que está en casa no es apto para recibirlo?
¿Será que la demora en solucionar el asunto, está en que el hermano en casa no ha hecho su parte por estar pendiente de que Dios obre en el que está afuera?
¿Será que Dios quiere que el hijo prodigo el cual ya pasó por una situación difícil y se ha arrepentido, va a encontrar justo que su hermano en casa lo esté esperando para juzgarlo?
¿Será que cuando ese hijo pródigo regrese, pero su proceso de restauración aún no se ha concluido, el hermano que está en casa podrá soportar el proceso que aún le falta al pródigo?
¿Podrán convivir juntos, un prodigo que vuelve a casa pero que aún le falta su proceso de transformación, con un hermano que aún no ha terminado su proceso de perdonar?
Entonces veamos importante y necesario entender que los tiempos de Dios son perfectos, que él sabe por qué si, por qué no y cuánto debemos esperar. No perdamos tiempo contabilizando y supervisando la obra de Dios en el otro, cuando está pendiente la nuestra.
La forma de hablar y las cosas que decimos podrían evitar problemas, pero también lo que decimos son la sangre que botamos por la herida…
Recuerde que lo importante no es avanzar rápido, ya hemos tenido personas que se ven todo el material en 2 días, pero no retienen nada. Esto solo sirve si usted medita y hace su lista personal de cosas por cambiar.